Hoja Parroquial nº 127
Semana del 12 al 19de febrero de 2017
800 MILONES DE LÁZAROS
Somos cómplices y víctimas de un sistema desalmado que genera graves injusticias, desigualdades y mucha alineación personal.
La parábola del hombre rico y el pobre Lázaro centra el mensaje del Papa para la Cuaresma de este año. El primero –dice Francisco- representa “la opulencia”, el “lujo exagerado”, pero también a la persona incapaz de ver las necesidades del otro. ¿Un rico desalmado? Nos convendría no juzgar muy severamente. El domingo se celebra la Jornada de Manos Unidas, que recuerda que 800 millones de personas pasan hambre en el muno, mientras en España un tercio de los alimentos termina en el cubo de la basura. La analogía es demasiado hiriente.
Sabemos –nos lo recuerda, si no , Manos Unidas- que el planeta puede abastecer a toda la humanidad. Que el problema está en los sistemas de producción y comercialización de los alimentos, convertidos en un producto con el que los mercados especulan a costa de la vida de muchos. Entramos así en una dimensión global que a un ciudadano español de a pie tal vez le venga muy grande. Pero Manos Unidas nos dice también que cada uno de nosotros es parte de ese engranaje; cómplices, por tanto, aunque también víctimas de un sistema desalmado (una “economía que mata”, dice el Papa) que genera graves injusticias y desigualdades, y dosis nada desdeñables de alienación personal.
La Cuaresma –escribe Francisco- es “una fuerte llamada a la conversión”, a volver los ojos a Dios a abrir “nuestro corazón al otro”. Esa conversión tiene una dimensión social. Adoptar estilos de vida más sobrios se ha convertido en una de las primeras formas de solidaridad, porque la voracidad en el norte alimenta terribles formas de explotación en el sur. Pero el Papa ha aludido también a la necesidad de compromiso político. Al dirigirse el sábado a representantes de empresas focolares de Economía de Comunión, les advirtió de que “un empresario que es solamente un buen samaritano cumple solo la mitad de su deber: cura a las víctimas de hoy, pero no reduce las de mañana”. Es necesario además implicarse para cambiar unas reglas del juego injustas, aunque ahora podamos pensar que el reto nos viene muy grande.
La cruz de Francisco
Decía el cardenal Rouco en 2010 en una entrevista a este semanario que «la cruz del martirio» ha acompañado de una u otra forma, sin excepción, a todos los últimos Papas. A Francisco le está tocando sufrir por algunas incomprensiones, minoritarias pero dolorosas, que proceden de dentro de la Iglesia. El Pontífice ha optado por no responder a las críticas. ¿Por qué? «Él quiere que las cosas caigan por su propio peso», ha explicado en Madrid el sacerdote porteño Carlos María Galli, uno de los teólogos más cercanos a Bergoglio, que acaba de editar, junto al director de La Civiltà Catolica, Antonio Spadaro, La reforma y las reformas en la Iglesia (Sal Terrae).
La renovación que impulsa el Pontífice –añadía Galli– no se limita a cambios en algunos dicasterios vaticanos, sino que pretende provocar «un cambio de actitudes en todo el Pueblo de Dios» para configurar una Iglesia de rostro samaritano. El ordeno y mando no solo no responde al estilo de Francisco, sino que contradice los fines que el Papa se ha propuesto –los del Vaticano II–, que exigen convencer y no solo vencer. Esos fines incluyen un nuevo tipo de relación entre pastores y fieles ajeno al clericalismo. El famoso discernimiento…
La clave está en la expresión Iglesia en salida. Hay todo un mundo más allá de las curias diocesanas, de las sacristías, de la blogosfera católica, más allá –también– de Europa, a la que le ha llegado la hora de ir cediendo protagonismo a las Iglesias del sur. «Los europeos no pueden seguir confundiendo sus problemas con los del resto del mundo», advertía Galli en alguna de sus intervenciones en Madrid.
La misión, añadía el teólogo, consiste en «salir a buscar al otro como es, no como nos gustaría que fuera», para llevarle el Evangelio, no sucedáneos ideológicos. Y tan contaminado de ideología está «quien ahora defiende al Papa porque el Papa dice lo que él piensa», como quien pone en sordina su mensaje social. «La paradoja es que, en nombre de la ortodoxia, algunos secularizan una parte importante de su magisterio, que es puro Evangelio, pero ellos lo reducen a política para así restarle importancia», lamentaba Galli.
Al hilo de estas reflexiones, ojo, por cierto, a la variable Donald Trump, porque empiezan a emerger connivencias y apoyos desde su entorno a grupos católicos críticos con el Pontífice, aprovechando, por ejemplo, la reciente crisis que ha atravesado la Orden de Malta. ¿Un aviso de los peligros que vienen? La respuesta –volvamos al teólogo porteño– es el Evangelio, todo el Evangelio y nada más que el Evangelio.
«La soledad es la mayor enfermedad»
Clara acabó Medicina el año pasado, y lleva dos años de voluntaria del servicio religioso en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. En este tiempo, ha descubierto que «durante la carrera te enseñan sobre todo la parte teórica y física de la enfermedad, pero nadie te muestra la parte humana. Yo lo que hago es acercarme a los enfermos y ponerme a su servicio». Luego, «son ellos mismos los que van dirigiendo la conversación».
No es fácil, porque para hacer esto hace falta sobre todo una cosa: escuchar. «Para mí, la soledad es la enfermedad de mayor prevalencia en el hospital». Muchos pacientes «solo quieren que les escuches cómo cuentan su vida. Solo quieren saber que hay alguien que se preocupa por ellos». Algunos ancianos, «cuando te despides, te dicen: “¿Me podrías dar un besito?”». También recuerda a ese joven con cáncer que quiso que rezaran un rato juntos, «una experiencia preciosa».
«La verdad es que aprendes mucho de ellos», dice, aunque reconoce que «nunca vas a tener todas las respuestas». No por ello es menos importante formarse. Ella acaba de entrar en la Escuela Diocesana de Pastoral de la Salud de Madrid, que comenzó su actividad hacer varios meses como uno de los frutos del Año de la Misericordia.
En tres sedes distintas, y durante dos cursos, unas 130 personas están aprendiendo las herramientas básicas para el acompañamiento de enfermos tanto en el domicilio como en residencias y hospitales, desde un punto de vista humano (las claves de la dependencia, gestionar el sufrimiento, el apoyo a las familias, los cuidados paliativos, el duelo…) y espiritual (Jesús como modelo de acompañamiento, la atención espiritual y religiosa, la enfermedad en la Biblia…).
Como explica el delegado de Pastoral de la Salud, José Luis Méndez, «visitar a los enfermos –y cuidar a los cuidadores, que es también una labor muy importante–, exige un mínimo de formación». En el horizonte de la delegación también está el desarrollo, aún incipiente, de un programa de formación de voluntarios para la atención a enfermos en situación terminal.
Los niños que meriendan cacas de gusanos
Lola, o Muembe, o Banene, con los niños a los que ayuda la misión en Zimbabue. Foto: Archivo personal de Lola Pérez Carrasquilla
Lleva 34 años en Zimbabue, pero conserva su acento cordobé como si fuera ayer cuando corría por las calles de la barriada El Naranjo. Lola Pérez Carrasquilla ya no es Lola, es Muembe, que significa pájaro en la lengua de la tribu tonga, con la que comparte risas y angustias. «Me pusieron ese nombre porque cuando llegué me movía rápido en mi bicicleta, era la reina del mundo. Igual estaba en el hospital que visitando a la gente en sus poblados». Tiene otro apelativo, Banene, abuela. Así la llaman sus 18 nietos, a los que cuida en el Hogar del Amanecer. Si le preguntas por Rafael, el último huérfano que llegó, se le ilumina la cara: «¡Mi bombón, mi chocolate, me lo como!», exclama. «Llegó desnutrido y ha engordado cuatro kilos en tres meses». Ella, enfermera, matrona y la única española entre un centenar de misioneras zimbabuenses, habla a los pequeños en español, y les canta hasta los cinco lobitos. «El otro día una chiquilla de tres años vino y me dijo, en perfecto español: “Banene, guapa, te quiero mucho”». Lo dice, y se la nota: «Soy muy feliz»
Está de gira por España para contribuir con su testimonio a la campaña de Manos Unidas de este año, que alerta sobre las toneladas de alimentos que se desperdician en el Primer Mundo.
Lola, ¿qué piensas cuando lees que en Europa tiramos a la basura 89 millones de toneladas de comida al año?
Lloro de impotencia al ver a mis niños muertos de hambre mientras nosotros, a este lado del mundo, desperdiciamos toneladas de comida. En Zimbabue llevamos dos años de sequía, y hay gente que come una vez al día o ni siquiera come, niños que van a la escuela sin ningún alimento. Nos llevan a diario niños al hospital que se desmayan en el colegio por falta de nutrición, así que tenemos un cubo de agua con azúcar y eso es lo que les damos. Los pobrecitos se animan cuando lo beben.
El 33 % del despilfarro de alimentos se origina en los hogares. ¿Qué dirías a esa persona que hoy, al abrir su nevera, va a tirar un par de piezas de fruta pochas o el táper de los restos de ayer que huelen regular?
Por favor, hay gente que se está muriendo de hambre. Imaginaos que sois vosotros… Aquí se tira tanto y allí no da para comer. Un poco de harina de maíz hervida y hierbas hervidas que cogen del campo, esa es la dieta… cuando hay harina. Un día iba paseando con una de mis monjas y vimos dos chiquillos gatear hacia los árboles. «¿Qué hacéis?», les preguntamos. «Estamos comiendo las hojas». Cuando les pedí que me dejaran probar lo que estaban comiendo vi que andaban chupando las cagadas de gusano, que estaban dulces. En qué mundo de locos estamos.
El hambre no solo es la peor enfermedad, que además se puede erradicar, sino que, supongo, afecta al desarrollo de los niños, el futuro de Zimbabue.
Así es. El hambre afecta a su desarrollo, a la inteligencia y al rendimiento escolar en todos los campos. Nosotras tenemos muchos niños que tienen 10 años y están en 2º de Primaria. La niña más mayor de nuestro hogar tiene 17 años y está en 2º de Secundaria. Ahora estamos esperanzados, porque desde hace unos meses hay un nuevo programa gubernamental en el que dan a los niños en los colegios una papilla que tiene muchas vitaminas.
¿Y qué hay del virus del VIH, el asesino silencioso en el país?
Hay gente que nos dice que no sabe qué es mejor, si morir de hambre o de sida. Recuerdo aún a un hombre que murió por el virus en el hospital y tenía dos mujeres, a las que hicimos las pruebas. Una dio negativo, y lloraba desconsolada. Prefería estar enferma para que en el hospital se la diera de comer. Ahora hay menos muertes, por el conocimiento de la enfermedad y por la medicación gratuita que da el Gobierno, pero en nuestra tribu, los tonga, son polígamos y es muy difícil controlarlo. La evangelización es un trabajo grande y lento, solo hay un 10 % de católicos. El resto son animistas.
Gracias a Manos Unidas las misioneras Hijas del Calvario tienen el mejor hospital del país.
Incluso cuando vienen presidentes de otros países van a visitar el hospital, que está al lado de las cataratas Victoria. Zimbabue es un país precioso, pero con unas diferencias sociales grandísimas.
AGENDA DE LA SEMANA
Las intenciones de esta semana son por los que no creen, por los que se han aparatado de Dios y por los que están en tribulación y son probados
________________________________________
Esta semana también rezaremos por el seminarista de la Parroquia Lucas Blanes Benimeli, que el sábado 18 a las 11h, recibirá el rito de Iniciación en el seminario de Moncada.
________________________________________
EL ARBOL DE LOS PROBLEMAS
Un carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja, acaba de finalizar un duro primer día de trabajo. Las cosas no le salieron muy bien, su cortadora eléctrica se dañó y lo hizo perder una hora de trabajo y su antiguo camión se negaba a arrancar.
Ofrecí llevarlo a su casa y mientras íbamos en camino permaneció en silencio. Una vez que llegamos me invitó a conocer a su familia.
Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando en las puntas de las ramas con ambas manos.
Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación: Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dió un beso a su esposa.
Posteriormente, me acompañó hasta el auto.
Cuando pasamos cerca del árbol sentí curiosidad y le pregunté,
acerca de lo que le había visto hacer un rato antes.
El me contestó: Ese es mi árbol de problemas.
Sé que no puedo evitar tener problemas, pero no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos.
Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo otra vez. -Lo divertido es, dijo sonriendo, que cuando salgo en la mañana a recogerlos, ni remotamente hay tantos como recuerdo haber dejado la noche anterior…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si lo deseas puedes enviarnos tus comentarios y o sugerencias.