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CONFERENCIA 30 OCTUBRE

sábado, 6 de junio de 2020

HOJA NÚMERO 253

PARROQUIA DE CRISTO REY
Hoja Parroquial nº253
Del 7 al 14 de junio de 2020



PARA DIOS TODOS SOMOS IGUALES


El presidente de los obispos de EE. UU., José H. Gómez, es tajante: «El asesinato de George Floyd fue sin sentido y brutal, un pecado que clama al cielo por justicia». Subraya en un comunicado que la muerte del ciudadano «afroamericano», a manos de la Policía de Mineápolis el pasado 25 de mayo, constituye una nueva muestra de la «humillación y desigualdad» que todavía hoy padecen muchos «por su raza y por su color de piel». Son normales las protestas en la calle y es necesario mostrar el rechazo a toda discriminación, pero son muy preocupantes los cada vez más duros enfrentamientos. «La violencia es autodestructiva y contraproducente. […] Las protestas legítimas no deben ser explotadas por personas con distintos valores y agendas», asevera el también arzobispo de Los Ángeles. Como cristianos sabemos que todo ser humano ha sido creado a imagen de Dios y que, por ello, no cabe mirar a nadie por encima del hombro. Hemos de mirarnos de igual a igual y quizá entonces también nos demos cuenta de que siempre es más lo que nos une. Siempre.


CREO, REZO, CONFÍO, ESPERO
Silos. 20:00 horas. Me conmueven las lágrimas de Jesús. Me emociona su tristeza profunda. Tan real. Jesús llora ante la tumba de Lázaro. Su amigo. Llora como tantos han llorado estas semanas la pérdida de sus seres queridos. Tampoco Él estaba cuando murió Lázaro. Tampoco se pudo despedir de él. Le duele el adiós. Le duele su amor por él. Y llora.
Quiero detenerme ante el sufrimiento del hombre, como hace Jesús. Detenerme para llorar con el que llora. No quiero permanecer indiferente ante el dolor de los demás. Quiero acercarme con respeto infinito a las lágrimas que veo. Sostenerlas con mi silencio. Abrazarlas. Y callar. Porque cada lágrima expresa sentimientos para los que sobran las palabras.
Muchas vidas han quedado inconclusas. Hay voces que no volveremos a escuchar. Rostros que no volveremos a acariciar. Sonrisas que nunca más contemplaremos. Pienso en el dolor de sus familias. Algunas tan cercanas. Y un desgarro me parte el alma. Y lloro. Sufro cuando lloro. Amo cuando lloro. Se me escapa el alma en cada lágrima.
Recuerdo con nostalgia a los que ya no caminan conmigo. A cada uno. Su paso amable por mi vida. Su sonrisa. Sus palabras. Sus abrazos. Rostros que siguen impresos en mi alma. Vidas que siguen siendo la tierra sagrada donde hundo mis raíces. Están. Siguen. A veces sangro porque no pude mirarlos a los ojos para despedirme. Ojalá les hubiese podido abrazar más fuerte la última vez que nos vimos. Ojalá hubiese podido decirles lo mucho que los quiero. Ojalá hubiese podido darles las gracias. Ojalá hubiese podido pedirles perdón.
Y lloro. Pero sé que mis lágrimas riegan una tierra nueva que se abre al misterio de la Resurrección. Sé que la ausencia se ha transformado en un silencio habitado con su presencia. Una presencia real que llena todos mis vacíos. Sé que están. Sé que me escuchan. Sé que me cuidan. Sé que me esperan. Sé que me sueñan allí en el cielo. Sé que me abrazan aquí en la tierra. Mi corazón tiembla por perder lo más amado. Y lloro. Pero creo. Rezo. Confío. Espero.

El Vaticano pide reducir el desperdicio y cambiar la dieta.
El secretario adjunto del Dicasterio para el Desarrollo Humano e Integral, Augusto Zampini, advirtió hace unos días en una en una rueda de prensa organizada por el Vaticano para analizar las consecuencias sociales y económicas del COVID-19, que la pandemia está agravando la crisis alimentaria en el mundo: «Nos enfrentamos a un grave problema en la seguridad alimentaria. La crisis alimentaria provoca hambre, el hambre afecta a las personas más pobres y aumenta la inseguridad alimentaria. La inseguridad alimentaria conducirá a la violencia y a más conflictos, lo que a su vez causará más pobreza». Su opinión está avalada por las cifras del Programa Mundial de Alimentos (PMA) que calculó en un informe publicado el pasado 20 de mayo que otros diez millones de niños más en todo el mundo podrían enfrentarse este año a desnutrición aguda como resultado de la pandemia de COVID-19. Según la agencia de la ONU, los confinamientos y la restricción de movimientos están provocando en algunos casos una subida de precios que hace que para los más vulnerables sea difícil disfrutar de una dieta nutritiva. La receta del Vaticano para revertir el hambre pasa por reducir el desperdicio de comida, cambiar la dieta para consumir solo productos de temporada y que los gobiernos destinen el presupuesto armamentístico a reflotar el sector alimentario.


CON MARÍA EN EL
CORAZÓN DE LA IGLESIA


Este domingo 7 de junio se cambian las
tornas y toca a los fieles rezar «por quienes oran por nosotros: las personas consagradas contemplativas», explican desde la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada. Se trata de la Jornada Pro Orantibus, en la que «estamos invitados, como un momento singular cada año, a un continuo empeño de conocer mejor y estimar más» esta vocación tan particular, asegura el presidente de la comisión de la CEE, Luis Ángel de las Heras, en entrevista con Alfa y Omega. La vida consagrada contemplativa es necesaria para la Iglesia «porque custodia sin descanso una dimensión imprescindible» para la renovación de todos los cristianos: la contemplación, explica el también obispo de Mondoñedo-Ferrol. De esta forma, «merece la pena estar cerca de las personas consagradas contemplativas, tratar con ellas. Pasar algún momento o tiempo en sus monasterios, nos ayuda a vivir con más hondura, gozo y compromiso la vocación cristiana». No obstante, la jornada de este año llega marcada por el distanciamiento social impuesto por el Gobierno para evitar los últimos coletazos del COVID-19. Esto no ha evitado, sin embargo, que las religiosas y los religiosos de España se hayan seguido interesando por lo que ocurre más allá de los muros conventuales. Al contrario, «los cerca de 9.000 miembros de la vida consagrada contemplativa en España han vivido con honda preocupación la difícil situación en nuestro país y en el mundo entero» y «han intensificado la oración, contribuyendo a esa corriente de esperanza, serenidad y consuelo en medio de una tragedia que ha afectado a muchos con sus nombres concretos», subraya De las Heras. 
Los que se quedan fuera.

Según Cáritas, la mitad de las personas que se encuentran en pobreza severa no van a poder acceder al ingreso mínimo vital. Muchos de ellos son migrantes en situación administrativa irregular. Son los vulnerables entre los vulnerables. En esa situación están Chiara Medina y Juan Arroyo, peruanos, que llevan cinco meses en España. Se vinieron nada más casarse y ella está ahora embarazada. Esperan su turno en la parroquia del padre Gonzalo, que les dice con cariño que al pequeño que viene en camino «no le va a faltar nada». Son solicitantes de asilo y han pasado un calvario estos meses. Con el dinero que traían alquilaron una habitación... hasta que se les acabó. Entonces tuvieron que dormir en albergues y parroquias. Ahora comparten un piso con varias familias gracias a la ayuda de unos compatriotas. En una situación parecida se encuentran Jeremías Pichía y Olivia Sánchez, ambos guatemaltecos. Llevan dos años y medio en nuestro país, tiempo en el que nació su hijo. «Sobrevivimos por las ayudas que nos da la parroquia. No teníamos ni una patata para comer», explica Jeremías. Escaparon de Guatemala por la violencia. Era insostenible. Y aún así se han planteado volver, pero constatan que no les dejarían entrar. Mientras cuenta que a su hijo no le ha faltado de nada y que siendo tan pequeño no se entera de la situación, reconoce que anímicamente lo están pasando «muy mal».


SANTÍSIMA TRINIDAD, MISTERIO DE AMOR




El pasaje que hemos escuchado está tomado del Libro del es sorprendente que la revelación del amor de Dios tenga lugar después de un gravísimo pecado del pueblo. Recién concluido el pacto de alianza en el monte Sinaí, el pueblo ya falta a la fidelidad. La ausencia de Moisés se prolonga y el pueblo dice: «¿Dónde está ese Moisés? ¿Dónde está su Dios?», y pide a Aarón que le haga un dios que sea visible, accesible, manipulable, al alcance del hombre, en vez de este misterioso Dios invisible, lejano. Aarón consiente, y prepara un becerro de oro. Al bajar del Sinaí, Moisés ve lo que ha sucedido y rompe las tablas de la alianza, que ya está rota, dos piedras sobre las que estaban escritas las «Diez Palabras», el contenido concreto del pacto con Dios. Todo parece perdido, la amistad ya rota inmediatamente, desde el inicio. Sin embargo, no obstante este gravísimo pecado del pueblo, Dios, por intercesión de Moisés, decide perdonar e invita a Moisés a volver a subir al monte para recibir de nuevo los diez Mandamientos y renovar el pacto.
Este es el rostro de Dios. Esta auto-definición de Dios manifiesta su amor misericordioso: un amor que vence al pecado, lo cubre, lo elimina. Y podemos estar siempre seguros de esta bondad que no nos abandona. No puede hacernos revelación más clara. Nosotros tenemos un Dios que renuncia a destruir al pecador y que quiere manifestar su amor de una manera aún más profunda y sorprendente precisamente ante el pecador para ofrecer siempre la posibilidad de la conversión y del perdón.
El Evangelio completa esta revelación, que escuchamos en la primera lectura, porque indica hasta qué punto Dios ha mostrado su misericordia. El evangelista san Juan refiere esta expresión de Jesús: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (3, 16).Muestra que ama al mundo, y envía lo más valioso que tiene: su Hijo unigénito. Y no sólo lo envía, sino que lo dona al mundo. Y es en la cruz donde el Hijo de Dios nos obtiene la participación en la vida eterna, que se nos comunica con el don del Espíritu Santo.


AVISOS
-EL DOMINGO 14 DE JUNIO
CELEBRAREMOS LA SOLEMNIDAD
DEL SANTÍSIMO CUERPO
Y SANGRE DE CRISTO.



¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
la Iglesia nos sumerge en tu misterio;
te confesamos y te bendecimos,
Señor, Dios nuestro.

Como un río en el mar de tu grandeza,
el tiempo desemboca en hoy eterno,
lo pequeño se anega en lo infinito,
Señor, Dios nuestro.

Oh Palabra del Padre, te escuchamos:
Oh Padre, mira el rostro de tu Verbo;
Oh Espíritu de Amor, ven a nosotros;
Señor Dios nuestro.

¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!
Haced de nuestras almas vuestro cielo,
llevadnos al hogar donde tú habitas,
Señor, Dios nuestro.

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