PARROQUIA DE CRISTO REY-
Hoja Parroquial nº 99
Semana del 24 de abril al 1 de mayo
de 2016
DIOS LO SABE TODO
La misericordia de Dios no es otra
cosa que la especial relación que Él mismo establece con sus criaturas, es la
característica que define la esencia de la relación de Dios con el hombre. Para
empezar, tal relación es personalísima, de tú a tú, basada en el conocimiento
total y absoluto. Nos conoce y nos trata como individuos irrepetibles. Dios sabe
de nuestras alegrías y nuestras tristezas, de nuestros fracasos y de nuestros
éxitos, de nuestra salud y nuestra enfermedad, de nuestros deseos y nuestras
realidades, de nuestra paz y nuestras guerras, de nuestras mentiras y nuestras
verdades… Dios sabe todo de nosotros, y porque lo sabe todo, nos trata con
comprensión.
Para Dios todos somos igualmente
hijos, seamos justos o pecadores, aunque hayamos dilapidado la herencia
recibida, aunque nos quedemos en casa. Dios no hace distinciones. Para Él no
hay escalones, ni podios, ni alturas diferentes. Nos reconoce iguales, nos
trata como iguales. Y como iguales nos quiere, como iguales nos ama y nos
perdona.
Dios me conoce en todo, sabe quién
soy realmente, Dios me trata con comprensión y como igual, sin discriminación
ninguna, Dios me ama y me perdona: tanta es su Misericordia. Tanta, que encima
se me quedó en un Sagrario para siempre con este mensaje: “Yo estoy con
vosotros todos los días hasta el final del mundo.”
Confiar en las personas
José
Manuel era un buen profesional que ganaba mucho dinero en una multinacional.
Tan bien le iban las cosas que frecuentaba todas las fiestas. Sin darse cuenta,
ya estaba inmerso en el cenagal de las drogas y la bebida. Cuando quiso
reaccionar era demasiado tarde: perdió el trabajo y a sus amigos. Se quedó
solo. Además, como detonante, su padre murió en un accidente traumático.
Entonces se hundió del todo.
Durante tres años, no levantó cabeza y aumentó
exponencialmente el consumo de drogas y alcohol. Probó a salir de este mundo
por medio de varias instituciones, pero volvía a recaer. Un día se acercó por
casualidad a la parroquia. La paz del templo le removió y decidió reconciliarse
con Dios. Llevaba 20 años sin confesarse. Al terminar, le pedí un favor. Le
presté mi coche y mucho dinero para un encargo de la catequesis. Se quedó
asombrado de que confiara tanto en él, dado que todavía no le conocía bien. Al
terminar la tarea, se ofreció para ayudar en más cosas. Le había impresionado
que confiaran en él, ya que estaba acostumbrado a desconfianzas permanentes.
Desde entonces se encargó de diversas tareas
en el voluntariado de la parroquia. Los que le ayudaban a salir de la droga
iban apreciando una sorprendente mejoría. Al cabo de unos meses le dieron el
alta. Ahora sigue colaborando, da testimonio de su cambio de vida y ha
comenzado el Camino Neocatecumenal de nuestra parroquia. Hace una semana ha
encontrado un trabajo más estable y está feliz. Al ofrecer su testimonio, me
impresiona cuando recuerda que el día que le di las llaves de mi coche para
hacer un encargo parroquial, su vida cambió. La confianza edifica y renueva a
las personas.
Por qué ayudar a Ucrania
El
próximo domingo todas las comunidades católicas en Europa han sido invitadas
por el Papa a sumarse a una colecta extraordinaria en favor de Ucrania. De esta
forma Francisco activa una dinámica de unidad sencilla pero muy eficaz. La
iniciativa lanzada por el Papa para socorrer a las víctimas de la guerra en el confín
oriental de Europa responde al ideal proclamado por san Juan Pablo II en su
célebre discurso en Compostela, hace 33 años: una Europa unida, desde el
Atlántico a los Urales.
Si
cada día nos topamos amargamente con los límites de la construcción europea,
este gesto capilar y sencillo, como aquella temprana colecta organizada por san
Pablo para ayudar a la comunidad de Jerusalén, tiene el valor de realizar
concretamente una solidaridad europea sin fronteras, y además nos educa en la
dirección más necesaria. En lugar de permanecer prisioneros de una queja
estéril, la obediencia consciente de millones de católicos a este reclamo nos
permitirá hacernos protagonistas de la construcción que han impulsado sin
descanso todos los Papas desde hace medio siglo.
En
varias ocasiones Francisco ha rendido homenaje a fe heroica de generaciones de
ucranianos, ortodoxos, latinos y greco-católicos. Especialmente sacrificado ha
sido el testimonio de estos últimos, que han sufrido tremendamente por su
fidelidad al Sucesor de Pedro. La fe viva de este pueblo ha permitido atravesar
la devastación del comunismo, y es esa misma fe la que mueve hoy a los mejores
a construir una convivencia libre de autoritarismo y corrupción. Pero la guerra
en las regiones orientales del país ha causado miles de muertos y ha provocado
el desplazamiento de más de millón y medio de personas. Además, ha generado una
profunda fractura y desconfianza entre comunidades que comparten la misma raíz
de la fe. El Papa es consciente de este drama y siente la responsabilidad de
tejer la reconciliación y la unidad. La colecta del próximo domingo responde
también a esta inquietud de Francisco, cuyo impacto geopolítico no podemos
prever, pero tampoco despreciar.
Los
católicos españoles tenemos una facilidad añadida para sumarnos a este empeño.
De hecho miles de ucranianos trabajan y viven entre nosotros, aquí celebran su
fe y educan a sus hijos. Y nos traen la riqueza de ese pulmón oriental sin el
que no se podría comprender Europa. La Iglesia sufre en su cuerpo y el Papa nos
llama a actuar: no lo echemos en saco roto.
Cosas que llevamos en la mochila
«El odio te mata, te destruye. El odio es del
mal, no te deja vivir. Es como una carga que se va alimentando cada día más.
Cada vez tu mochila pesa más y cada día tu vida se hace más triste. Con odio no
se puede ser feliz», reconoce uno de los protagonistas de este libro, que sabe
lo que es odiar a una persona durante décadas. Lo expresa bien el subtítulo: Siete casos reales en los que se ha
dado el perdón. Sí, porque el perdón se da, es un regalo. Si no, es imposible, por
más que uno se empeñe en perdonar. No se puede conquistar; Dios lo regala a
quien lo pide y lo quiere recibir.
Estas siete historias
de perdón apuntan en varias direcciones –hay quien no puede perdonar a su
padre, o al marido que le fue infiel, o a la persona que le estafó…, y también
está el que no puede perdonarse a sí mismo por ayudar a una novia de juventud a
abortar–, pero todas tienen el mismo objetivo final: Cristo. «Es Cristo el
único que te dará el perdón total», dice sor Leticia, la maestra de novicias de
las dominicas de Lerma, las mismas que distribuyen cada día el Reto del amor vía Whatsapp.
«No se puede alcanzar
el perdón por las propias fuerzas», dice uno de los testimonios. Por eso todos
acaban recomendando: «vete a una iglesia, busca a Cristo, Él te dará la paz».
Prologado por el arzobispo de Burgos, monseñor
Fidel Herráez, el libro incluye un CD con siete canciones para orar y buscar el
perdón.
LA VIDA
CON MAYUSCULAS
El valor de toda vida humana es
incalculable, desde el preciso instante desde la ciencia y la razón. Sin embargo
el ser humano es frágil en su inicio, está a la merced del poder de los más
fuertes y está expuesto a la disponibilidad de la libertad individual. El aborto
se ha infiltrado en la sociedad como algo moderno, ignorando que no hay nada más retrógrado que no reconocer
la vida. Las sociedades se van depravando, acomodando la moral al servicio de
cultura en la que impera el subjetivismo. Se desprotege al feto, porque quizás
por no tener ni voz ni voto no es de interés político.
EL DECÁLOGO
HOY
Gran
parte de la humanidad ha olvidado la ley suprema grabada en el corazón de todo
ser humano: el Decálogo. En cualquier rincón de la tierra, cualquier persona
sabe que blasfemar, matar, mentir, robar, ultrajar el propio cuerpo o el ajeno
son actos malos. ¿Por qué entonces tanto crimen, abuso y corrupción?
Ser inteligente
y libre no es hacer lo que me dé la gana, si no conseguir que me dé la gana
hacer lo que la moral me indica que debo hacer en cada momento. Es lo que han
hecho los santos: personas normales convencidas del poder de la oración que nos
proporciona la gracia.
«La relación
con el enfermo es totalmente sanadora»
Elisa Sánchez, hermana hospitalaria
Es viernes por la tarde. Hablo con Elisa, malagueña de 43
años, en el centro asistencial que tiene su congregación en Ciempozuelos
(Madrid). Aquí está la casa madre de la orden fundada por san Benito Menni,
María Josefa Recio y María Angustias Giménez. Elisa profesó como religiosa
hospitalaria hace 17 años, mientras estudiaba Medicina. Es médico geriatra
¿Cómo
nace vuestra congregación?
Nuestros fundadores sintieron la experiencia de la
misericordia desde la figura de Jesús Buen Samaritano. Esa experiencia de
sanación –Jesús, que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los
enfermos– es desde donde partimos.
¿Cuál
es vuestro carisma?
Es el ejercicio de la caridad hospitalaria y, en
concreto, mediante el servicio al enfermo mental. Nuestro carisma es muy
específico en ese sentido, aunque siempre hemos ido dando respuesta a distintas
realidades y necesidades.
Benito
Menni, un hermano de San Juan de Dios, os funda en 1881.
Él vino a España a restaurar la Orden Hospitalaria y, al
no encontrar una congregación femenina que diese respuesta a las enfermas
mentales, nos fundó.
Llevas
17 años de religiosa.
Sí, profesé en 1999, justo el año de la canonización de
nuestro padre.
Así
que un día dijiste: «Yo quiero ser hospitalaria».
No, no [ríe]. Lo mío fue peleao.
Yo no me veía… Vengo de una familia católica, mis padres
nos educaron en la fe, pero cuando llegamos a la adolescencia… Lo típico, pasas
un poco, te vas alejando… Conocí, por uno de mis hermanos, un grupo de
catecumenado de los Misioneros de la Consolata…
Para
prepararte para la Confirmación…
Sí, la Confirmación con este grupo fue el comienzo de mi
vocación. Recuerdo perfectamente el día. Yo siento que, en ese momento, recibí
una gracia del Espíritu. Lo siento así, de apertura total. Fue una invitación,
una llamada a abrirme.
¿Estabas
en la universidad ya?
Estudiaba 2º de Medicina, y las hospitalarias de Málaga
nos pidieron a un grupo de jóvenes hacer un voluntariado. Y allí fui yo.
Fue por mediación de los enfermos. Yo, desde pequeña,
quería ser médico, quería curar a los demás. Y conocí a una hermana que me
pareció una persona normal [ríe]. Me costó un año de crisis gorda, me costó
bastante el tercer año de carrera, fue muy difícil hacer la conversión interior
para saber qué es lo que realmente me pedía Dios, hasta que al final me decidí.
¿Cómo
ves en los enfermos a Dios?
Mira, es verdad esto de que el enfermo me evangeliza. A
mí no es que me evangelicen, es que me han cambiado la vida, y me han ayudado a
ser más persona. A mí me ayuda decir que todos estamos enfermos; también yo
tengo mis heridas, y no me refiero a enfermedades, pero sí a otro tipo de
heridas que también están ahí.
Y
en el trato con ellos…
Cada día me pregunto, y así vivo mi vocación, qué es lo
que Dios quiere de mí, a través de las personas que pone en mi camino, y ahí
esta el enfermo, pero también mis hermanas y los trabajadores. Hay muchas cosas
que ocurren en el día a día y te preguntas qué me pide Dios en cada momento.
La
vida en un hospital, ¡menudo ajetreo!
Un riesgo es la dispersión, pues tienes muchos problemas,
muchos frentes, y tienes que ser capaz de serenarte y dar esa respuesta de
caridad donde Dios te está enviando.
Estar
con enfermos con discapacidad muy profunda, ¿no desgasta?
Te lo digo sinceramente: si me pudiese quedar solo con
los enfermos sería muy feliz, porque la relación con el enfermo es totalmente
sanadora. A mí me evangelizan ellos, su modo de vivir la fe… Yo recibo más de
lo que doy.
¿Qué
les aportáis vosotras como congregación?
Esta es su casa. Así lo viven, les aportamos la caridad
hospitalaria, se sienten queridos, amados… Es el plus que tenemos. Una enferma
que ha fallecido hoy aquí estaba en un hospital y decía: «Tengo ganas de irme a
casa», y su casa era esta. Para muchos, para los que no cuentan, como dice el
Papa Francisco, esta es su casa. Aquí se sienten acogidos y queridos.
VERDADERA MENTE, TÚ ERES EL HIJO DE DIOS
Si yo hubiese estado presente
En el funesto momento de la
muerte de Cristo,
¿qué habría comprendido de
este drama fatal?
¿Habría entendido algo del
supremo contraste
Y de la paz suprema Que allá
se consumaban?
Contraste entre la dulzura de
tu ser,
Oh Señor,
y la aspereza del dolor que te
infligían,
oh pacífico doliente;
entre la falsa justicia y tu
inocencia,
oh víctima pacífica;
entre la muerte y la vida, oh pacífico
victorioso.
Que comprenderlo todo:
la violencia de la hora
marcada en los siglos,
la fortuna inefable que de
allí deriva;
la desolación inconmensurable
del mundo que tiembla y se
oscurece,
y el coloquio ininterrumpido
de tu espíritu
que pasa al Padre;
la experiencia más evidente y
dolorosa
de nuestra ruina en la tuya,
la incipiente esperanza de nuestra
salvación en la tuya.
Y decir, con humildad:
Verdaderamente, tú eres el
Hijo de Dios:
Ten piedad de mí.
AGENDA DE LA
SEMANA
Esta semana rezaremos por los enfermos y cuántos sufren.
El próximo domingo
en la Eucaristía de las 12h , celebraremos la PASCUA DEL ENFERMO.
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