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CONFERENCIA 30 OCTUBRE

sábado, 27 de febrero de 2016

HOJA NÚMERO 92

Hoja Parroquial nº 92
Semana del 28 de febrero al 5 de marzo de 2016

FRENTE AL “ESTRÉS”, EL RITMO DE DIOS.
Vivimos desasosegados, inquietos, impacientes, en un tiempo de prisas, de falta de tiempo para todo. Vamos de un lado para otro, siempre corriendo, tratando de llegar a todas partes y a todos los quehaceres. La vida se nos carga de trabajos, de responsabilidades, de cosas por hacer que nunca llegamos a realizar del todo... Tenemos prisa por llegar, por crecer, por madurar, por vivir, por saber, por conocer... ponemos imprudentemente la mano sobre la zarza ardiendo, sin tiempo para reflexionar... (Éx 3,3)
Y Dios nos da la respuesta sorprendiéndonos con “otra” lógica, la del “tiempo de Dios”, que no es nuestro tiempo. Vivimos a contrapié de la naturaleza, que tiene su propio ritmo, el ritmo de Dios. Vivimos la lógica del tempo limitado y la justicia humana. Y la misericordia de Dios nos ofrece el regalo de su paciencia:
- “Para ti mil años son un ayer que pasó, una vela nocturna” (Salmo 90, 4)
- “Para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. No retrasa el Señor lo que promete aunque algunos lo estimen retraso; es que tiene paciencia con vosotros porque no quiere que nadie perezca, quiere que todos tengan tiempo para enmendarse”(2 Pe 3, 8-9)
- Dios “paciente” frente a nuestra impaciencia: “que baje fuego” (Lc 9, 52-55)
El trigo y la cizaña (Mt 13, 24-30)
- “La semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha sola... (Mc 4, 26-29)
- “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña... Pero el viñador le contestó: Señor, déjala todo este año... (LC 13, 6-9)



PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Cuando gustamos desde dentro la misericordia de Dios, cuando experimentamos interiormente la suavidad del amor de Dios, algo pasa dentro de nosotros. Se disuelven hasta las peñas. Nos convertimos en criaturas que penetran de tal modo los misterios del Señor y de una comunión fraterna tal que se puede comprobar cuan verdadera es la bienaventuranza del Señor, que nos dice: “Dichosos los misericordiosos”. Cuando la misericordia es solamente fruto del cansancio, no digo que no tenga valor, pero manifiesta que todavía no me identifico con la misericordia que practico. Se reduce a un instrumento operativo, a un método de comportamiento. Pero cuando la misericordia recobra esa dimensión con la que me identifico, entonces soy dichoso. Entonces vivo el gozo de practicar la misericordia.


Y ésta es la razón por la que Dios es dichoso en su misericordia no cansa ser misericordioso, depende de la perfección de su amor, de la plenitud de su amor. Estoy llamado a configurarme con mi Señor de tal modo que mi vida sea un testimonio de la misericordia divina en la vida de los hermanos. Quizás hemos encontrado en nuestra vida personas que son de verdad signo de la misericordia de Dios. Hay personas que defienden siempre a todos, a todos juzgan buenos. He conocido varias en mi vida, y las recuerdo con gran gozo. Por ejemplo, un hermano. Aunque le pincharas para hacerle decir algo carente de misericordia, perdías el tiempo. Cuando una persona se identifica con la misericordia del Señor, todo es posible, y se es capaz de verdadera comunión con los oros. A primera vista parece que tiene que ser uno al que todo le resbala: no acusa a nadie, ni agravia a nadie, se deja coger todas las cosas por cualquiera. Pero los demás no pueden negarle nada. Tiene tal fascinación que uno se convierte en una presencia incisiva en su vida. La serenidad interior de estas criaturas es admirable. Y la confianza en la bondad del Señor es absoluta en su vida espiritual.
También nosotros estamos llamados a identificarnos con el misterio de la misericordia del Señor, a vivirla con total serenidad, a ser en el mundo su continuación sacramental.

ESPIRITUALIDAD DE LA TERNURA
“La caridad y la tarea a la que ésta nos compromete es apasionante y tiene una dimensión y una capacidad transformadora extraordinaria, pero no podemos olvidar que esta fuerza es de Dios y nosotros la llevamos en vasijas de barro, como llevamos la fe (1Cor 1, 27-29)
Vivimos en una cultura del triunfo y del éxito, de la exaltación de los grandes, los fuertes, los triunfadores. Una cultura del éxito en la que todo se mide por los resultados y los resultados inmediatos. Sin embargo, nosotros, desde el Espíritu de Jesús, optamos por el amor a los frágiles, los débiles, los pequeños, los perdedores en este duelo de intereses en que hemos convertido nuestro mundo:”Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los sencillos” (Mt. 11,25)
Este aprecio por lo débil y pequeño, en que conste la ternura, no es en la espiritualidad cristiana un premio de consolación para cuando no podemos alcanzar lo grande. Lo pequeño y los pequeños tienen nobleza evangélica en sí mismos. Las personas pobres y los medios humildes tienen en el Evangelio una especial connaturalidad con el Reino de Dios y con sus leyes. No olvidemos que dios eligió lo pobre, lo humilde, lo necio de este mundo para confundir a los grandes, los sabios, los poderosos. Porque Dios es amor no puede olvidarse de los pequeños. Porque es Padre se vuelca con especial predilección cobre sus hijos más débiles e indefensos. Porque tiene entrañas de misericordia ama con ternura de Madre a los más pequeños y necesitados.”

LA MISERICORDIA EN LA FAMILIA EMPIEZA CON EL PERDÓN"
Un primer paso de vivir la misericordia en la familia consiste en restablecer plenamente las relaciones familiares. Si hay un hermano o un primo con el que se ha creado distancia es hora de retomar el diálogo. Y es que dar y recibir perdón es la expresión máxima de la misericordia del Padre. Antonio Prieto Lucena, rector del seminario mayor San Pelagio, en Córdoba, y doctor en Teología Moral, subraya que «el rencor es un veneno que va circulando por nuestras venas y nos corroe. Por el contrario, el perdón es la virtud que predispone a vivir la misericordia al estilo de Dios».
SIN PERDÓN NO HAY FAMILIA: La convivencia en la familia es imposible sin el perdón. Si los esposos no se perdonan permanentemente, si padres e hijos no se perdonan todo, si los hermanos no se perdonan entre sí, se deterioran las relaciones familiares. A la vez, en la familia cuanto más se ama, más fácil es perdonar.

UNA CUARESMA EN EL HORIZONTE DE LA MISERICORDIA
La decisión del Papa Francisco de convocar a la Iglesia a vivir y celebrar este año la misericordia de Dios viene a sumarse a otras muchas iniciativas y mensajes suyos destinados a provocar en los cristianos la toma de conciencia de la situación de declive permanente a la que parecíamos condenados, y a revitalizar una vida cristiana que infinidad de datos muestran como condenada a languidecer y expuesta a extinguirse.
En realidad, esta situación que lamentamos no ha comenzado ahora, ni es la primera vez que en estos últimos años la Iglesia llama a tener presente la misericordia divina. Ya Juan XXIII, con su convocatoria del Concilio, invitó a la Iglesia a emplear “la medicina de la misericordia”; y Benedicto XVI, que “Jesucristo es la misericordia divina en persona” y que “encontrarse con Él es encontrase con la misericordia de Dios”.
Vivir un año entero a la luz de la misericordia puede producir en la Iglesia frutos insospechados. El primero, transformar la imagen de Dios y sacar a no pocos creyentes de la rutina con que invocamos su nombre. Porque la misericordia no es un atributo más de Dios. Es su nombre propio. El que mejor expresa su misteriosa condición divina que consiste en ese abismo de bondad y de amor infinito, volcado hacia la debilidad, la miseria y el pecado de los humanos, siempre dispuesto a sanarlos y perdonarlos. Y basta caer en la cuenta de lo que eso significa para descubrir el mundo, creado por Dios, la historia guiada por su providencia, y al hombre, a la luz nueva que brilla en tantos salmos: “Señor, Dios nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”
Este misterio, insondable para nosotros, se nos ha manifestado en Jesucristo con los rasgos de una vida humana que reacciona al sufrimiento de los hombres con la compasión el consuelo entrañables; a su connatural debilidad, con la fortaleza de su Espíritu; y a su condición pecadora, con la entrega de la propia vida que destruye para ellos el poder del pecado y de la muerte, abriéndoles el camino a la vida eterna.
De Jesús hemos aprendido además los humanos a ser misericordiosos como lo es el Padre celestial, a ver en la práctica de la misericordia el ideal de la perfección a la que estamos llamados; y a llenar nuestra vida y el mundo de esa bienaventuranza que procuran el amor mutuo y la esperanza de que nuestra vida termina en los brazos del Padre misericordioso.
Misericordia y justicia
En esta España dislocada se aplaude en los premios Ciudad de Barcelona a quien insulta, veja, ultraja y pisotea lo más sagrado de mi vida y de la de millones de cristianos de todo el mundo: la Virgen María, la Madre de Dios, mi Madre y la de tantos que acudimos a Ella a diario, la que nos acompañará en la hora de nuestra muerte. Se mofan del padrenuestro con el vocabulario más animalizado y vil que existe. Estamos en el Año de la Misericordia pero también en el de la Justicia, porque la justicia y la misericordia van de la mano. La una y la otra han de ir juntas. Y yo desde aquí denuncio a estas personas y entidades que se permiten esta aberración. Dentro de poco las calles de toda España estarán llenas de gente que se emocionará al paso de la Virgen. ¿Dónde están esas voces para exigir el respeto debido a sus creencias? ¡Triste saeta va a resonar al paso del Hijo de tan buena Madre.








La Cuaresma de los refugiados
Mirando el rostro de Cristo muerto, vi reflejadas las imágenes de miles de refugiados caminando por las vías de los trenes europeos o por carreteras infinitas, dejándonos el alma en un vilo. Una mejor Cuaresma es ser conscientes de que la migración es un drama que lleva tiempo asolando a muchos pueblos hermanos, sin que hasta el momento el mundo occidental haya ofrecido una solución definitiva para tal problema; una Cuaresma llena de sueños, de paz y prosperidad para tantos hombres y mujeres que huyen del horror y de la desesperanza. Gracias a este periódico, podemos regalar esperanza y reclamar a los gobiernos del mundo que asuman con responsabilidad la acogida de toda vida humana, víctima de la persecución y de conflictos.

TODOS LOS NIÑOS
NECESITAN UNA FAMILIA
Nuria y Óscar acogen niños desde hace diez años
¿Cómo empezasteis a acoger niños en vuestra casa?
Óscar: Surgió de manera espontánea. Por su trabajo de entonces, Nuria conoció a una niña que tenía algunas carencias. Habló con su madre y a raíz de ahí empezó a venir a nuestra casa por las tardes, para hacer las tareas, merendar... Al poco ampliamos ese contacto con la niña y con un hermano suyo, siempre con el consentimiento de su madre, que estaba encantada. Fue una acogida espontánea, que nos permitió conocer este mundo del acogimiento familiar. En 2008 hicimos un curso de familia de acogida con la Cruz Roja, y desde entonces han pasado por nuestra casa nueve niños más; el más pequeño con 10 meses, y el mayor con 11 años. Ahora mismo tenemos acogidas en nuestra casa a dos niñas.
Nuria: Nosotros no fuimos en plan de salvar el mundo. Simplemente surgió así. Todo niño necesita una familia, lo ideal es que estén con sus padres pero, si por un tiempo no los pueden cuidar, ahí estamos nosotros.

¿De qué situaciones suelen venir estos niños?
O: Casi siempre hay detrás una familia desestructurada, padres separados y con otros problemas también. Los problemas típicos de esta época.

¿Y qué les dais vosotros?
N: Sobre todo, una familia, sentirse miembros de una familia que los acoge y los quiere. Intentamos que se sientan uno más entre nosotros.
O: Nosotros les abrimos nuestra casa y nos abrimos como familia y como personas. Fundamentalmente, lo que les damos es cariño.
N: Aquí se sienten seguros y aprenden a quererse a sí mismos y a querer
a los demás, porque alguno viene pensando que la situación en su familia de origen es por culpa suya. Nosotros les damos un amor incondicional: pase lo que pase, los queremos y estamos ahí con ellos.

Me imagino que ellos también os darán mucho a vosotros...
N: Claro, ellos nos dan todo su cariño, su naturalidad, todo lo que tienen los niños. Son la alegría de nuestra casa. Al principio hay que adaptarse, porque el niño a veces llega desconfiado e inseguro, no sabe dónde va, pero en la primera semana ya se supera todo muy rápido. Son niños normales: hay veces que te los comerías ¡y otras que no! (risas) Y son muy agradecidos, lo poco que les das lo agradecen muchísimo.

¿Luego no duele cuando tenéis que despediros?
O: El acogimiento siempre es algo temporal. Vienen por un motivo muy concreto y sabemos que se van a ir cuando se solucionen sus problemas o cuando se encuentre una solución mejor para ellos. Siempre se busca lo mejor para el niño. Suelen volver con sus padres, que siempre serán sus padres y lo mejor para ellos.
N: Si no les coges cariño es que no lo estás haciendo bien. Pero por encima de este sufrimiento ves la evolución de los niños. ¡Y enseguida nos ofrecemos por si hay otro niño que nos necesita! Después mantenemos el contacto, y la relación es muy buena.


Kamiano » La Salle 




En esta cuaresma Señor,
haznos vivir de tu vida.


Cristo, tú que nos ofreces una curación, haznos vivir de tu vida.
Cristo, tú que renuevas en nosotros la esperanza, haznos vivir de tu vida.
Cristo, tú que te sientas a la mesa de los pecadores, haznos vivir de tu vida.
Cristo, tú que resucitas a Lázaro, tu amigo, haznos vivir de tu vida.
Cristo, tú que perdonas la negación de Pedro y le llamas a seguirte, haznos vivir de tu vida.
Cristo, en ti nuestra resurrección ya ha comenzado, haznos vivir de tu vida.
 

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